Inés Aponte y el Camino Directo

Ensayo por Greg Goode

Introducción

  Inés Aponte me escribió hace un tiempo sobre un proyecto de arte que tenía en mente. Estaba inspirado en su experiencia meditativa, basada a su vez en mi trabajo sobre la espiritualidad no dual. Hablaré más adelante sobre la “espiritualidad no dual”, pero por ahora debo decir que el arte de Inés representa un profundo entendimiento unificador de la naturaleza no dual del mundo. A la vez, revoluciona nuestra experiencia del cuerpo y su entorno. Inés logra todo esto sin ser literal o clichosa y sin tratar de dibujar imágenes de conceptos abstractos como “la unidad”, “el infinito” o “la iluminación”.

  Mi trabajo sobre la “espiritualidad no dual” se puede encontrar en una serie de libros y vídeos sobre cómo nuestra usual visión desarticulada del mundo no se sostiene ante un examen minucioso.1 El trabajo se conoce por la etiqueta “direct path” o “experiencia directa” y ofrece una interpretación moderna de la antigua enseñanza hindú llamada Advaita Vedanta.

  Nuestra visión usual del mundo, reforzada por siglos de filosofía occidental hasta las enseñanzas que recibimos en la escuela, es que el mundo está “allá afuera” y nosotros de alguna forma estamos “aquí”. Conforme a esta visión dualista, cada uno de nosotros está encerrado en un contenedor separado. El resultado es escalofriante y desolador. Como supuestamente nos encontramos separados del mundo, así como los unos de los otros, nos sentimos finitos, solos, vulnerables y ansiosos.

  Pero al mirar de cerca, encontramos algo muy diferente. La separación que asumimos como inherente no se evidencia en ninguna parte. Encontramos una dulce totalidad, carente de separación.

  La experiencia directa no trata sobre el arte primordialmente, pero sus meditaciones y percepciones sí fomentan la creatividad artística. Los estudiantes han reportado mayor facilidad con la poesía, la escritura creativa, la escultura, la alfarería, la música y el dibujo. 

La no separación–Un ejemplo

  Una manera rápida de experimentar la falta de separación es examinar algo que asumimos normalmente que es separado. Investiguemos algo que realmente sentimos como separado: un objeto físico. Miremos un sencillo pedazo de fruta, como una naranja. Voy a imaginar que tenemos una naranja sobre una mesa frente a nosotros.

  Cuando pensamos acerca de una naranja, usualmente asumimos que la naranja está allá afuera en el mundo. Sentimos que su existencia es objetiva, lo cual significaría que está en verdad ahí, independiente de cualquier idea o sensación que podamos tener de ella. Podemos verla o no, pero comoquiera está ahí. 

  Como posibles observadores de la naranja, nos sentimos con una especie de perspectiva ventajosa desde nuestro cuerpo o nuestra mente. Podríamos tener una teoría aprendida en la escuela: que nuestra experiencia de la naranja depende de vibraciones o información que nos transmite la naranja a través del espacio. Después de recibir la información, la misma es interpretada por nuestro cerebro para formar una imagen representativa de la naranja. Asumimos que la naranja causa las vibraciones y también estamos bastante seguros de que, aun sin nuestra observación, la naranja se encontraría en la mesa comoquiera. Al ver la naranja, asumimos que se trata de un pareo momentáneo entre “observador y observado”.

  Así que miremos más de cerca. Veamos si nuestra experiencia puede confirmar cualquiera de estas cosas. Imaginaré que estamos investigando una naranja colocada sobre una mesa marrón. Procederemos trabajando con un sentido a la vez. Empecemos con la visión e ignoremos los sonidos o sabores o sensaciones táctiles. Y luego, revisaremos cómo esas percepciones aplican al sentido del tacto. Vamos a mantenernos en la experiencia visual directa. Al hacerlo, también ignoremos cualquier historia mental que pueda tratar de intervenir con explicaciones convencionales de lo que está ocurriendo. 

Comencemos: Observaciones

  Al mirar la naranja, fíjense que no vemos un observador separado. No existe evidencia visual de que algo esté mirando otra cosa. No hay evidencia visual de un “observador” o un “observado”.

  Dejándonos llevar solo por la evidencia visual, vean que distinguimos a la “naranja” de la “mesa” por el color. Ocurren diferentes colores. Pero no hay una experiencia de información visual aparte del color.

  Noten que no hay una experiencia de la naranja física que esté separada o aparte del color naranja. No es como si experimentáramos (a) ver el color naranja y además (b) ver una naranja.

  Observen que no hay evidencia visual de que este color tenga una etiqueta o se llame “N A R A N J A”.

  Vean que el color naranja aparece, pero no tenemos evidencia visual de que este color sea causado por una naranja que exista de forma independiente. Podría haber un pensamiento o una historia que sugiera que el color es causado por un objeto físico subyacente, pero en nuestra investigación visual no hay evidencia de tal causalidad.

  • Esta puede ser más retadora. Noten que no hay evidencia visual de que el color naranja esté más cerca que el color marrón. Normalmente pensamos que la naranja está un poco más cerca del observador físico que el lugar en la mesa donde está posada. Pero no hay evidencia visual de tal cosa. No solo no hay evidencia de un observador físico (nuestra primera observación), sino que, además, la falta de un sentido de proximidad en nuestra observación es igual a la falta de proximidad en la superficie de una pintura. El naranja en una pintura no está más cercano que otros colores. Podemos asociar ciertos colores con la idea de las sombras y la idea de que ciertos objetos están frente a otros. Pero la “proximidad” en ese sentido es parte de una historia aportada por el intelecto. Al llevarnos solo por la evidencia visual, no encontramos verificación de la idea de la distancia.

Contemplaciones

  Ahora ponderemos un poco acerca de lo que hemos observado.

  Cuando pensamos en cómo no vimos un “observador” y un “objeto observado”, nos dimos cuenta de que no hubo evidencia visual de una persona mirando hacia un objeto independiente. Ahí no hay evidencia de separación alguna.

  Al pensar sobre el color naranja que apareció a la vista, nos percatamos de que no involucraba distancia física. Es decir, no encontramos que el color observado estuviera a distancia alguna de la experiencia visual del color. La experiencia visual es holística e íntima.

  Pensemos sobre cómo ocurre el surgimiento del color naranja en la visión. Aun en sueños, si no existe modalidad visual, no hay experiencia del naranja ni de ningún otro color. Esto sugiere un punto más sutil: que la experiencia del color no ocurre fuera del sentido de la visión. El color no se experimenta como objetivo, como algo que esté “allá afuera” esperando que la visión tenga contacto con él. De hecho, la mayoría de las percepciones de la experiencia directa confirman este punto, que lo que usualmente pensamos como objetivo y separado — no lo es. Es como nuestro propio ser.

Para explorar más

  Piensen en cómo la propia visión se puede experimentar y cómo no se puede experimentar. Este es un punto para posible exploración adicional. En las enseñanzas de la experiencia directa, cultivamos una especie de conciencia observadora global íntegra suave y amorosa, sin separación y más allá de la persona. Esta conciencia observadora es la médula de quienes somos. La visión puede surgir y ser experimentada por esta conciencia, y puede que no lo sea.

  Si tuviésemos una intuición sobre esta conciencia observadora global, podríamos descubrir cómo la misma está presente aun cuando la visión no lo esté. Lo mismo ocurre con todos los demás sentidos. Lo mismo ocurre con el pensamiento mismo. Estamos presentes como la conciencia, como la presencia misma, independientemente de que surjan el pensamiento o los sentidos.

La aplicación de las percepciones al sentido del tacto

  El trabajo de Inés es multimodal e involucra tanto la visión como el tacto. Comenzamos la exploración de la “no separación” con la visión, porque es fácil pensar sobre el sentido visual. Pensar sobre el sentido del tacto es más difícil porque agrupamos las sensaciones táctiles que surgen del tacto mismo (como la textura) con el insumo de los demás sentidos (como la propiocepción y la cinestesia). Pero en la indagación de la percepción directa, “dividimos y conquistamos”, mirando cada sentido por separado.

  Al considerar el sentido del tacto, echemos una mirada rápida a la textura. ¿El mirar de cerca la textura establece la independencia entre los supuestos “objetos sensoriales” y la conciencia? Es decir, ¿tenemos alguna experiencia directa de que el “objeto tocado” exista allá afuera?

  Digamos que nos centramos en la textura de la naranja. Decimos que es la “textura de la naranja”, pero ¿tenemos una experiencia directa de ello? ¿Experimentamos la sensación que viene de un objeto externo? Veamos. Al enfocar en la textura, intentemos hacerlo con los ojos cerrados. Enfoquemos únicamente en la textura, no en los colores ni en imágenes visuales. Encontraremos que las observaciones del sentido del tacto son paralelas a lo que habíamos notado anteriormente con respecto a la vista:

  Al permitir que surja la textura, notamos que no hay experiencia directa de un observador separado que observe la textura.

  Observamos que, durante la experiencia directa de la textura, no hay evidencia de una naranja que exista independientemente a la cual le pertenezca la textura.

  No experimentamos ninguna etiqueta que identifique que esta sensación se refiera a una “N A R A N J A”.

  No experimentamos una naranja que cause el surgimiento de la textura.

  No experimentamos una textura que esté localizada “allá afuera” en el espacio o que se encuentre “más cerca” que otra textura.

  No experimentamos la textura aparte del sentido del tacto, ni siquiera en la imaginación o los sueños.

Moraleja

  Si contemplamos lo que nos dicen estas observaciones, los hallazgos son similares o lo que descubrimos con la vista. Dejándonos llevar únicamente por el sentido del tacto, no tenemos una experiencia directa de un observador separado. No tenemos evidencia alguna de que la textura provenga de un objeto “externo”. No tenemos evidencia alguna de que la textura misma sea un objeto externo a la espera de ser sentido. No tenemos evidencia alguna de que el sentido del tacto “toque” una textura. Si pensamos en lo que sucede únicamente con el sentido táctil, es casi como si la textura surgiera espontáneamente contra la claridad de la conciencia del testigo. Lo mismo sucede con la textura que con el color. Una investigación más extensa confirmaría estos hallazgos en términos de todos los demás sentidos, al igual que el pensar, el sentir, la intuición, la imaginación y las demás formas de experimentar.

  Y como veremos en la sección siguiente sobre el Problema Molyneux, esto queda confirmado aun cuando intentamos combinar las formas de experimentar. Simplemente no experimentamos separación alguna entre el observador y lo observado, ni entre el ser y el mundo. Esta conclusión también apunta hacia la ausencia de separación entre las personas. ¡Qué comprensión más dulce y amorosa!

El Problema Molyneux 

  Las investigaciones de experiencia directa demuestran que no hay evidencia de que los objetos físicos existan en un mundo externo, a la espera de ser percibidos. De hecho, hay un acertijo científico que se alinea con estas investigaciones. Conocido como el “Problema Molyneux”, lleva el nombre del científico y político del siglo XVII William Molyneux (1656–1698), quien propuso el siguiente experimento sobre el pensamiento. 

  Supongamos que un hombre nace ciego, pero puede moverse en el mundo con sus otros sentidos. Siguiendo el sentido del tacto, puede reconocer un cubo y una esfera. Los puede distinguir; sabe cuál es cuál. Ahora imaginemos que obtiene la capacidad de ver. Utilizando únicamente el sentido de la visión, ¿podría darse cuenta de cuál es el cubo y cuál es la esfera?

  Probablemente diríamos que Sí. La manera en que normalmente pensamos sobre la existencia de los objetos es que un cubo y una esfera existen independientes de los sentidos. Sentimos que estos objetos causan vibraciones que pueden comunicarse con nuestros sentidos, ya sea la visión, la audición, el tacto y los demás. Realmente parece que las cosas están allá afuera, dejándonos verlas y tocarlas.

  Si traemos estos pensamientos al Problema de Molyneux, nos resulta natural asumir que un hombre que recién adquiere la visión podría reconocer el cubo y la esfera visualmente, con la misma facilidad que los reconocía mediante el sentido del tacto.

  En ambos casos, nos parece que lo “cuadrado” y lo “redondo” son transmitidos de los objetos a nuestros sentidos.

  Pero los resultados experimentales no sustentan estas conclusiones. En 1728, William Cheselden (1688–1752), un cirujano inglés, fue el primero en reportar esto. Publicó un recuento sobre un joven paciente que nació ciego y adquirió el sentido de la visión cuando le removieron las cataratas. Al poder ver, el niño no podía identificar las cosas, ni tampoco distinguir unas de otras únicamente por el sentido de la visión. Desde entonces se han registrado muchos resultados similares. La evidencia no sustenta la conclusión de que el objeto esté realmente allá afuera y que nosotros los estemos viendo y tocando.

  El Problema de Molyneux sugiere la pregunta: “¿Cómo entonces es que podemos distinguir un cubo de una esfera, tanto visualmente como por el sentido del tacto?”.

  La experiencia directa no prescribe una respuesta porque, para empezar, no asume que veamos objetos independientes. Pero podríamos considerar este asunto de manera artística, similar a la que trae Inés a su obra: podríamos ver estos dos sentidos como ligados a través de largos periodos de aprendizaje y asociación. No hay necesariamente una conexión entre la imagen visual y la sensación táctil. Pero en el sentido artístico, el cubo y la esfera visual se convierten en metáforas poéticas para el cubo y la esfera táctil. Debido al intercambio metafórico entre visión y tacto, vemos cierta imagen y podemos predecir lo que sentimos con el tacto. Es como combinar una canción y su letra.

  El proyecto de Inés

     Basada en sus experimentos de experiencia directa, Inés investiga el proceso conocido como “hacer arte”. El resultado es una creación artística que trata el cuerpo de una manera sin precedentes. Inés le aplica tinta a varios lugares de la superficie del cuerpo —a tejidos blandos, huesos y articulaciones. Luego marca el papel con las diversas partes entintadas, a la vez que enfoca diferentes sensaciones, tales como la presión, la fricción y las sensaciones de calor y fresco.

     Sin tratar de dibujar imágenes o siquiera enfocar en la visión, Inés produce algo visual —marcas de tinta sobre papel. En términos de experiencia directa, traduce una experiencia táctil en una experiencia visual. Es como si le hiciera ingeniería inversa al Problema de Molyneux, creando una metáfora artística activa. 

     Los invito a disfrutar de la exhibición de Inés y, tal vez, a experimentar el mundo de una manera nueva y apasionante.

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1) La introducción más básica a este trabajo se encuentra en mi libro Standing as Awareness, que aun no ha sido traducido al castellano. Enlace Amazon: https://www.amazon.com/Standing-as-Awareness-Direct-Path-ebook/dp/B01CKSMGG0/

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